La historia de mi parto

Desde la gestación me fui convirtiendo en madre y me fui contactando con el maternar-me, desde aprender a cuidar de mí, de tratarme amorosamente, de aprender a lidiar con ciertas incomodidades de los primeros meses de la gestación, de vomitar muchas veces, de sentirme mal, cansada, confusa, con muchos miedos; naturales para una experiencia absolutamente nueva y diferente de lo que había vivido hasta ese momento de mi vida. Lo que de alguna manera me llevó a conectarme muy profundamente conmigo, con mi respiración, con aquella pequeña ser que estaba germinando dentro de mi útero. De alguna manera estaba siendo madre de mi misma y de ese nuevo ser al mismo tiempo.

Conforme fue avanzando el tiempo sentí que era fundamental informarme sobre ciertas cosas, soñaba con un parto lo más natural y con las menores intervenciones posibles. Luego de ver los documentales El Renacer del Parto quedé con mucho miedo de sufrir alguna violencia obstétrica, lo que nos llevó junto con mi compañero a participar de algunos encuentros para la preparación del parto y la lactancia. Aprendí muchas cosas, creo que lo más importante de esa educación perinatal que recibí, además de empoderarme a mí, permitió que Victor estuviese muy atento a todo también. Como dicen muchas veces, información es poder, lo cual fue realmente valioso para ese día en la llegada de nuestra pequeña. 

Casi 18 meses después aún está la memoria fresca de aquel día, quiero dejarlo bien escrito, para no olvidarlo, para recordarme y recordarnos lo poderosas que podemos ser las mujeres y que nadie tiene el derecho de quitarnos el protagonismo de ese instante; siendo parto normal o incluso, cesárea. Sin querer desmerecer las intervenciones médicas, por el contrario, éstas han salvado la vida de muchas madres y bebés, me refiero específicamente a todas aquellas intervenciones innecesarias, que nos desempoderan y nos desconectan de nuestra esencia de mujer animal

Era un 16 de Septiembre, desperté a las 4 de la mañana teniendo contracciones bastante fuertes, recuerdo que fui a ver el sol nacer y cada vez continuaban más fuertes, me recuerdo muy ansiosa y temerosa en aquel instante, cuando ya estaban siendo más y más intensas, en mi intento por contar las contracciones sumado con mi ansiedad de que naciera rápido decidí partir camino al hospital, pero antes quería ir caminando por la playa; para sentir la arena, para sentir el mar, para sentirme conectada con el universo y que me acompañara y amparara en este viaje que estaba recién comenzando. Luego de 1 hora de caminata decidimos finalmente ir al hospital, eran 8-9 de la mañana tal vez, me atendieron rápidamente, me revisan y me dicen que estoy recién con 2cm de dilatación, que probablemente recién está comenzando el trabajo de parto, pero que vuelva en unas 4 horas para volver a verificar cómo las cosas estaban avanzando. Yo, bastante “llevada a mis ideas” como dice mi madre, no quería volver a casa, por lo que cruzamos a un parque que estaba frente al hospital y continué mi trabajo de parto, acompañada de los árboles, descalza, en contacto con la tierra, escuchando Inti-Illimani, hablando a ratos con mi hermana, algo más experta que yo de ese universo, que ya había atravesado 2 partos recientemente. 

Llegó la hora de volver al hospital, solo fui atendida como a  las 14 hrs para recibir la noticia que continuaba con 2cm de dilatación y que volviera a casa, que descansara y que regresara cuando estuvieran más intensas las contracciones, de 5 en 5 minutos. Generalmente el protocolo en el hospital es internar arriba de 5cm, ahora solo quedaba continuar esperando, como espera pacientemente un granjero su cosecha, como espera un perro fiel a su dueño volver de casa, como esperaba yo por 40 semanas y 5 días impacientemente. 

Volví a casa, almorcé, continuaban las contracciones, cada vez más potentes. Luego me dirigí a tomar un baño caliente, a disfrutar de estar bajo el agua, sentir mi cuerpo, las contracciones yendo y viniendo. Terminando el baño, invitándome a estar relajada, a descansar y tal vez incluso dormir un poco, me recosté cómodamente en la cama, con la intención de encontrar paz dentro de mí. Sin embargo, el rumbo de las cosas se transformó, ya que se rompió mi bolsa y comenzó así el trabajo de parto activo, recuerdo esa agua tibia y abundante cayendo por mis piernas, un miedo profundo me inundó, comenzó un dolor tan intenso. Inicié espontáneamente a vocalizar una A poderosamente, el dolor se apoderaba de mi cuerpo. Ahora sí, era momento de volver al hospital. Eran las 18 hrs. y las calles estaban llenas de autos, recuerdo que iba sentada en cuclillas en el auto sujetándome mientras el tránsito avanzaba lento, mi compañero masajeando mi espalda cuando las contracciones venían más y más fuertes. 

Llegando al hospital, tuve la suerte que me ingresaron rápidamente a la sala de parto, ya que Paloma ya estaba encajada en el canal del parto, la doctora dice -puedo sentir la cabeza, estás con 3cm de dilatación – sentí un alivio, pero aún faltaban 7cm más. Entrando a la sala de parto me dirigí inmediatamente a la ducha, con agua caliente en mi zona lumbar, mientras iba meneando las caderas; iba turnando entre ducha y quedarme recostada en la camilla intentando descansar. Las horas iban pasando y el avance en la dilatación iba progresando también, rápidamente llegué a 7cm, y continuaba yendo a la ducha, el agua caliente en mi espalda me permitía continuar aguantando el dolor. 

Pasando las horas, sin mucha noción del tiempo, escuchando música, mi compañero atenciosamente masajeando mi espalda en cada contracción, acompañándome con su fuerza y su paciencia. Pasamos gran parte del tiempo solos en el cuarto, con una luz tenue y prácticamente ninguna intervención, de vez en cuando las doctoras que me acompañaban iban a revisar si estaba todo bien, me sentía tranquila.

Tuve un instante de pausa entre las contracciones, entré en un éxtasis extraño, como un descanso, una pausa de ese dolor, y ahí recostada en la camilla mi cuerpo instintivamente comienza a hacer fuerza, estaba llegando la fase expulsiva, se acercaba el momento de conocer a mi hija, de tomarla en brazos por primera vez, de convertirme en madre finalmente (aunque ya llevaba 9 meses siéndolo en cuanto la gestaba). Como pude, intenté ponerme en cuclillas, mi cuerpo casi sin fuerza para recibir el impacto de las contracciones, espontáneamente comienza a pujar; la cabeza comienza a asomarse, sentía un dolor tan intenso (estaba sin anestesia), el llamado círculo de fuego se acercaba, la cabeza se asomaba y volvía a entrar, era un ardor inigualable, ya no conseguía más hablar, tenía miedo, sentía que no iba a conseguir atravesar tan penetrante malestar, que no sería capaz. Mis brazos tiritando intentando sostenerme, no estaba logrando más, mi cuerpo estaba tenso. Milagrosamente mi compañero profundamente conectado conmigo decide subir en la camilla y sostenerme por la espalda. En ese momento éramos los dos pariendo nuestra pequeña, me sujetaba y pasando cada contracción me desplomaba en él, y nos sostenía, para tener más fuerza. Ya no conseguía estar más a fuera. Las doctoras en silencio mirándome amorosamente, recuerdo que cerré los ojos y hablando internamente conmigo, intentaba darme la potencia que necesitaba para atravesar esto, en un estado de conexión profundo conmigo, y en silencio, acompañada de mi respiración, recuerdo que vino una contracción fuerte y mentalmente dije, ahora va a nacer. Sin hacer ninguna fuerza, solo dejando que mi cuerpo hiciera su trabajo, acompañé con una fuerte y extendida exhalación y nació. 1:02, casi un día después de aquella madrugada que todo había iniciado, estábamos juntas finalmente. El dolor instantáneamente cesó, sentí un alivio único, y ahí estaba ella, respirando y mirando, su cuerpo calentito junto al mío. Rápidamente alumbré la placenta también y definitivamente nos encontrábamos en una simbiosis de amor extremado. 

Ese 17 de septiembre quedará guardado para siempre en mi memoria, el día que nací como madre.

One thought on “El día que nací como Madre

  1. ¡Qué hermoso relato, mamá floral! La introducción, donde señalas cómo, de alguna manera extraordinaria y no tan extraordinaria a la vez te estabas convirtiendo en madre por partida doble, es sencillamente perfecta. Lo deslizas sin estridencias: ser madre de un nuevo ser es cuidarse a una misma y cuidar de otra persona en una especie de pacto que pareciera ser para siempre.

    ¡Qué magnífico poder contar y recordar así este día! Me imagino a la Palomita del futuro leyendo esto y sólo puedo sentir alegría y felicidad por ella. A mí me habría encantado poder leer el relato del día en que mi madre nació como madre. Y cuando sea madre, espero poder escribir también mi propio relato. Espero también poder contar con un compañero como Víctor, pero que en vez de Víctor, sea Camilo. Espero poder caminar descalza por una playa y por un bosque, conectarme como tú lo hiciste con la mujer animal, con la hembra…

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *